Cuando la pasión se vuelve una carga
Durante mucho tiempo se ha repetido la frase: “Haz lo que amas y no trabajarás un solo día de tu vida”. Suena inspirador, incluso ideal. Pero con el tiempo, muchas personas que transformaron sus pasiones en su fuente principal de ingresos descubren una realidad que nadie les contó: amar lo que haces no te exime del agotamiento, la presión o el desencanto. De hecho, en algunos casos, convierte algo que era puro goce en una fuente de tensión constante.
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Un punto relevante es no perder el equilibrio entre creatividad y dinero. |
Pensemos en quienes tienen blogs de viajes o crean contenido para redes sociales sobre sus experiencias turísticas.
Para estas personas lo que comenzó como una forma de compartir vivencias y capturar momentos memorables, terminó en itinerarios forzados, grabaciones interminables y la necesidad de generar contenido constantemente. El viaje ya no es un descanso, ni un espacio personal: ahora es un “producto” que debe cumplir expectativas, atraer seguidores y generar ingresos. ¿Dónde queda el disfrute? ¿Dónde queda ese instante de asombro frente a un paisaje desconocido?
Este fenómeno también ocurre en el mundo de la escritura.
Muchos autores que sueñan con publicar sus propios libros se ven empujados, por cuestiones económicas, a escribir para otros como “escritores fantasmas”. Redactan historias ajenas, adaptan su estilo a lo que vende o lo que se encarga. Y aunque es una forma válida de mantenerse dentro del oficio, muchas veces lo hacen en detrimento de su propio impulso creativo. Lo que alguna vez fue una vocación íntima se vuelve un compromiso externo, y las palabras ya no fluyen con la misma libertad.
La ilustración no escapa a esta paradoja.
Para quienes aman dibujar, pintar o crear visualmente, comenzar a trabajar para clientes puede ser un paso necesario para vivir de su arte. Pero no todos los encargos inspiran. A veces hay que ilustrar ideas que no conectan emocionalmente, cumplir con plazos muy ajustados, modificar una y otra vez un diseño que ya había sido dado por terminado. Y lo que antes era una vía de expresión se transforma en una obligación que desgasta.
Incluso en las bellas artes
Si bien este espacio históricamente estuvo ligado a la libertad creativa, los tiempos actuales imponen nuevas reglas. No basta con pintar una obra que conecte con la emoción del artista; ahora hay que grabar el proceso, editarlo, publicarlo en formato corto, generar interacción. El arte se exhibe antes de estar terminado. Las redes sociales exigen una visibilidad constante, y sin ella, muchas veces, no hay ventas. Así, el acto creativo se vuelve performance y estrategia.
Entonces surgen las grandes preguntas: ¿En qué momento lo que amábamos se convirtió en una carga? ¿Cuándo la pasión comenzó a estar sujeta a métricas, entregas, contratos, likes o expectativas ajenas?
Es cierto que trabajar de lo que uno ama tiene ventajas: motivación, crecimiento personal, sentido de propósito. Pero también tiene riesgos. Cuando esa pasión se convierte en tu única fuente de ingreso, ya no podés darte el lujo de hacerla a tu manera. Tenés que responder a lo que el mercado exige, a los gustos de los clientes, a los algoritmos.
Quizás por eso sea hora de reformular la idea de “vivir de lo que amás”. Tal vez no se trata de renunciar al sueño, sino de encontrar un equilibrio. De permitirte disfrutar de tu pasión sin someterla por completo a la lógica del trabajo. De conservar un espacio íntimo para crear sin presión, sin obligación, sin deber.
Te propongo esta lista de estrategias para cuidar tu pasión mientras buscás estabilidad económica, sin que una cosa anule a la otra:
1. Diversificá tus fuentes de ingreso.
No pongas toda la carga económica sobre tu arte. Podés combinar tu pasión con trabajos complementarios menos exigentes emocionalmente, como tareas administrativas, tutorías, correcciones, asistencia freelance, etc.
2. Separá espacios de creación libre y por encargo.
Reservate tiempo regular para crear sin objetivos comerciales. No todo lo que hacés tiene que ser “vendible” o compartido. Esos momentos personales nutren tu identidad creativa.
3. Elegí proyectos alineados con tus valores.
Siempre que sea posible, priorizá encargos o colaboraciones que te resulten interesantes o éticamente coherentes. No todos los clientes valen el desgaste.
4. Establecé límites claros con los clientes.
Definí desde el inicio los plazos, las revisiones permitidas y el tipo de trabajo que ofrecés. Esto evita que el proceso creativo se vuelva frustrante o invasivo.
5. Aprendé a decir que no.
Rechazar proyectos que no te suman, ni económica, ni creativamente, también es una forma de cuidarte. No todo encargo es una oportunidad.
6. Mantené viva tu comunidad personal o creativa.
Rodeate de otras personas creativas con quienes puedas compartir procesos, dudas o frustraciones.
7. Agendá el descanso como parte del proceso.
No esperes al agotamiento. El descanso también alimenta la creatividad y ayuda a recuperar el entusiasmo por lo que amás.
8. Revisá y reajustá tu camino cada tanto.
Las pasiones también evolucionan. Permitite hacer pausas, cambiar de enfoque o replantear tu relación con lo creativo.
9. Mantené un fondo de emergencia.
Si podés ahorrar vas a sentir menos presión de aceptar trabajos que no querés hacer. Esto da aire para elegir mejor.
10. Recordá por qué empezaste
Volvé cada tanto al origen. Releé tus primeras ideas, mirá tus primeras obras, escribí sobre lo que te mueve. Esa conexión inicial puede ayudarte a no perderte en la rutina laboral.
Estas estrategias no eliminan por completo los desafíos de vivir como creativo, pero pueden ayudarte a mantener tu pasión viva sin que se convierta en una carga más.
Conclusión.
Y vos, ¿estás dispuesto a que tu pasión se convierta en una rutina laboral?, ¿O preferís resguardarla como un espacio de libertad, aunque eso implique buscar ingresos por otros medios?
A veces, amar lo que hacés no significa que debas hacerlo todo el tiempo ni depender de ello para vivir. A veces, proteger tu pasión también es una forma de cuidarte.
Mar Jimenez F.
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